Moderar la participación en los medios

La participación en los medios en línea es un fenómeno imparable, que ha multiplicado el tráfico de visitas y que está ligado directamente con los ingresos publicitarios. Todos los medios lo fomentan, como no podía ser de otra forma en estos tiempos de la web 2.0 o web social. Sin embargo, este fenómeno desata algunas tensiones.

¿Qué ocurre cuando se publica en un diario digital un comentario insultante u ofensivo de un lector? Existe ya alguna jurisprudencia al respecto que exime de responsabilidad al medio, al revés de lo que sucedía con el papel. Sin embargo, estas cuestiones desbordan el ámbito legal, y periódicamente se levantan quejas. Así, el diario El País, publicaba el pasado día 4 de julio una tribuna de su Defensora de los Lectores, Milagros Pérez Oliva, titulada “Cuando se incumple la propia norma“. Las protestas de los lectores van en dos líneas. La primera: no quieren ver en “su” diario comentarios zafios o poco respetuosos. La segunda: quieren ver sus comentarios publicados al instante. Los dos deseos están plenamente justificados, pero plantean cuestiones difíciles de resolver.

Para resolver el primer problema (eliminar los comentarios objetables), los medios han venido contando con empresas que se ocupaban de la labor de filtrado. Al principio, era posible hacer esta tarea manualmente, cuando el tráfico generado por las secciones de participación era bajo. Después, estas empresas implantaron sistemas semiautomáticos más o menos simples para filtrar los comentarios con los insultos más evidentes y para realizar un muestro y revisar personalmente sólo una proporción de las contribuciones.

A la luz de las protestas de los lectores, está claro que estos sistemas no están cumpliendo bien su función: se retrasa (en el mejor de los casos) la publicación de comentarios perfectamente admisibles, mientras que se cuelan textos poco dignos. Los dos casos invitan al abandono del medio por parte del lector 2.0.

En Daedalus empezamos a trabajar en este tema hace tiempo. Nuestra tecnología de análisis del lenguaje, que llega al nivel semántico, nos permite caracterizar expresiones ofensivas, obscenas, xenófobas o de mal gusto con precisión. Esto no serviría de nada si no combináramos ese análisis con técnicas de traducción de expresiones en lenguaje tipo SMS, y de reconocimiento aproximado o borroso (para interpretar adecuadamente, por poner un ejemplo, “kk”). También utilizamos técnicas de detección de duplicados para evitar la repetición innecesaria de comentarios (en caso de grandes volúmenes) y métodos de filtrado de publicidad. La combinación funciona razonablemente bien. Las pruebas realizadas para algunos clientes así lo demuestran. Definitivamente, estos sistemas pueden gestionar automáticamente todo el flujo de comentarios, en tiempo real, con resultados muy superiores y con un coste más bajo. Es evidente que la creatividad y la ironía humana siempre podrán, afortunadamente, con cualquier sistema automático, por mucha “inteligencia” que queramos incorporarle. Pero leer esos textos será mucho más divertido.

Otra cuestión a considerar es el cuidado del lenguaje que uno espera de un medio de comunicación, donde a veces es difícil distinguir estructuralmente dónde termina el texto redactado por el periodista de plantilla, y dónde comienza la contribución (respetable a priori) del primero que pasó por allí. Los redactores de El País disponen desde hace cinco años de nuestro producto STILUS para corregir sus originales. ¿Por qué no ofrecer la misma solución a los lectores que desean que su contribución se muestre también libre de errores ortográficos, gramaticales y de estilo?

José Carlos González

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