Recientemente, la empresa Daedalus ha publicado una nueva versión de Stilus, su herramienta de revisión ortográfica, gramatical y de estilo para español. Entre las novedades destaca Stilus Macro para Word, un nuevo complemento que permite autocorregir cientos de miles de errores independientes del contexto con solo pulsar un botón.

 

Stilus Macro para Word, un autocorrector «preciso y eficaz»

La tecnología contextual y semántica de Stilus para corrección de textos en español ha permitido en esta ocasión aislar cientos de miles de errores de escritura que lo son al margen del contexto en el que aparezcan. La enmienda automatizada de este tipo de «errores seguros» agiliza el proceso de corrección en las primeras limpiezas ortotipográficas y de estilo, y lo hace además con una altísima precisión. Esta es la razón por la que Stilus Macro para Word se ha convertido en el primer complemento de Stilus que no solo verifica, sino que además actúa directamente sobre lo escrito.

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Bajo el lema: «Tus palabras son tu imagen», los días 24, 25 y 26 de octubre se celebró en Madrid el III Congreso Internacional de Correctores de Textos en Español (3CICTE) de la mano de La Unión de Correctores de España (UniCo). El congreso, precedido por los celebrados en 2011 en Buenos Aires (Argentina) y en 2012 en Guadalajara (México), superó los 250 asistentes entre profesionales, ponentes y organizadores.

Casa-LectorLa Casa del Lector de Madrid fue un escenario de excepción para debatir sobre la actual situación del oficio del corrector en España, América Latina y Europa. UniCo, como asociación anfitriona, consiguió convertir el 3CICTE en un encuentro que ampliaba horizontes más allá de la edición en papel. La especialización y los nuevos nichos de mercado que se abren para estos profesionales fueron los puntos clave. Entre otros retos profesionales, se apostó por dar una vuelta de tuerca a una profesión que ya no puede seguir ignorando su asistencia con tecnología. Las palabras del presidente de la asociación, Antonio Martín, en el prólogo del núm. 0 de la revista de UniCo eran reveladoras:
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En la primera parte vimos que realmente las nuevas tecnologías de verificación textual pueden resultar muy útiles. Sin embargo, estas herramientas de ayuda a la escritura no deberían sustituir nunca al profesional humano, sobre todo cuando si existe un fin editorial. Aún quedan muchas tareas que la tecnología no es capaz de afrontar en el ámbito de la corrección.

¿A qué cosas deberemos seguir prestando atención?

En general, no podemos delegar en la tecnología aquellas tareas de corrección que tengan que ver con una lectura especialmente meticulosa y comprensiva: detectar oraciones ambiguas, descubrir incongruencias por descuido del autor (ej.: un personaje que tutea a otro y en determinado momento lo llama de usted), decidir si es necesario incluir una nota al pie, etc. Continuar

Cuando hablamos de un corrector humano hablamos de un profesional encargado de revisar material escrito por un autor con el fin de asegurar que el lector reciba el mensaje con claridad y sin errores.

Teóricamente, durante el proceso de edición deberían atenderse, como fases sucesivas e independientes, revisiones textuales de diversa índole, a saber: la corrección ortotipográfica, la corrección de estilo, la corrección de concepto y, si se trata de una traducción, también la revisión de la traducción. En toda editorial que se precie, esto se sabe, pero solo en algunas se asume. La realidad es que en muy pocas ocasiones la casa editora encarga convenientemente cada tipo de revisión a un profesional especializado. Lo habitual es que el corrector del texto equis sea corrector por triplicado y él, y solo él, se convierta en el demiurgo mediador entre las ideas y lo legible que se encargue de la ingente tarea que deberían haber realizado tres o cuatro especialistas. La retribución por ello: unos setenta y dos céntimos de euro por cada millar de matrices (o caracteres, incluyendo espacios) para primeras pruebas en pantalla, y alrededor de cincuenta y cinco céntimos si son galeradas, esto es, segundas pruebas en papel. A fin de cuentas, cinco o seis euros la hora (en los casos más productivos). Continuar